Mariposas y Portaviones.

Sería un hecho que si se dejara caer la suficiente cantidad de polvo de ala de mariposa sobre la cubierta de un portaviones, este podría volar. Se dice que existió un experimento sin límite de costo, implementado por los norteamericanos en los años sesentas, en plena guerra fría, con el objetivo secreto de un eventual desembarco en Moscú de una flota de portaviones. Se construyó en el desierto de Mohave un gran domo traslúcido, del tamaño del estadio de Yankees de New York, para ser utilizado como gran criadero de mariposas del tipo emperador. (Se cree que hubo incluso un proyecto equivalente del otro lado de la cortina de hierro, implementado por los rusos, aunque usando otra especie de mariposa) El inmenso espacio fue acondicionado por la marina de los estados unidos como hábitat de dicha especie de mariposa; los expertos entomólogos del zoológico de San Diego y botánicos del parque natural Yellowstone que fueron convocados juraron secreto, lealtad y patriotismo, a cambio de cierta cantidad de dólares. El experimento fue un éxito. Pero fracasó el factor humano: todos y cada uno de los marines destinados a atrapar masivamente el producto, que luego se llevaría para espolvorear sobre los portaviones de la base de la Florida, al ingresar a ese espacio saturado de flores, mariposas, falsa brisa aterciopelada y suave luz, luego de un momento de confusión y éxtasis, se iban convirtiendo en hippies. Se desactivó toda la operación por el peligro que representaba: si se extendía el contagio el mundo podría haber caído en una inminente y ruinosa paz mundial.

La Foto Tierna.

La foto era tierna. Había en ella un adecuado aire familiar, aunque los dos protagonistas pertenecieran a especies diferentes. Miraban al fotógrafo, cualquiera que observase la foto cruzaba su mirada con las de ese humano y esa oveja. Los dos sonreían. Él es Ian Wilmut, y ella Dolly; científico y clon, respectivamente. La oveja verdadera de la que Dolly fue clonada no está en la foto, ni se sabe su nombre. O sea, no existe. Leyendo el epígrafe de la simpática foto nos enteramos que Dolly tampoco existe; ya que se informa que eso que acompaña en la foto al científico, esta hecho con el cuero lanudo de Dolly, el arte de la taxidermia creó un prolijo sucedáneo, decorado con un par de bucólicos ojos de vidrio. Porque Dolly murió muy joven: envejeció prematuramente debido a fallas de fabricación.