Feo, el Patito.

Con sus patitas ya sangrantes de tanto caminar, Patito Feo se sentía en el centro de la oscuridad de esa noche. Buscó refugio bajo una planta de cardo, al borde de una laguna que olía como el interior de un surubí. Había huído durante horas: tan ancha y alta había sido la discriminación recibida de los que se decían sus hermanitos.

-Buenas noches...- escuchó sobresaltado; era una voz extraña, cascada y joven a la vez.
Patito no contestó, tratando de pasar desapercibido, ¿debía responder? ¿o hacer como que no existía?
-Buenas noches...- repitió la voz a su lado- Se que estás ahí aunque no te veo, porque se escucha tu continuo lloriqueo lamentoso.

Patito se quedó patitieso, ¿debía insistir en su mudez?, si él hablaba ¿el dueño de esa voz podría saber donde estaba y así comérselo de un solo bocado?; ¿o hacerle algo peor aún?

La noche era negra como la pupila del ojo de un águila, como la sombra de una víbora de cascabel.
La voz le dijo:
-Se que sos un patito porque sollozás cuaqueantemente; yo me llamo Roldín y soy un sapito, ¿vos como te llamás?

Al darse cuenta que el que estaba ahí a su lado era un sapo chiquito como él, se animó a hablar:
-Feo- dijo.
-Pero yo te pregunté tu nombre, yo me llamo Roldín, ¿vos como te llamás?
-Yo me llamo Feo.
-¡Pero eso no es un nombre!- insistió el sapito.
-No se si será un nombre o no, a mí me llaman así desde que nací.
(...)

(primer párrafo del cuento Feo, El Patito, de la serie "Cuentículos Incorrectus"; aún inédita)

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