Collodi. Pinocho en la escuela.

Al día siguiente , Pinocho fue a la escuela del pueblo; fue la carcajada de todos sus compañeros. Uno le hacía una broma, un segundo otra distinta, otro le quitaba su gorra; un cuarto le tiraba de la chaqueta por detrás, un quinto intentaba pintarle unos bigotes bajo su nariz, y hasta hubo uno que trató de atarle hilos en los pies y las manos para hacerlo bailar.
-¡Ojo muchachos!- espetó Pinocho a sus compañeros- no he venido aquí para ser vuestro bufón. Yo respeto a los demás y quiero ser respetado.
-¡Bravo amigo! Has hablado como un libro impreso- le gritaron aquellos bribones, desternillándose de la risa; y uno ellos intentó manotear la punta de la nariz de Pinocho.
Pero no tuvo tiempo suficiente, porque Pinocho alargó su pierna por debajo de la mesa y le propinó un puntapié en las canillas.
-¡Ay! ¡Que pies más duros!- chilló el muchacho, frotándose el moretón que le había dejado Pinocho.
-¡Y qué codos! ¡Aún más duros que los pies!- dijo otro que, por sus bromas pesadas, había recibido un codazo en el estómago.
El hecho es que tras aquella certera patada y aquel codazo, Pinocho se conquistó enseguida la estimación y simpatía de todos los niños de la escuela; todos lo trataban amablemente y todos lo querían de verdad.

Comienzo del capítulo XXVI, Pinocho, Carlo Collodi, (1826-1890)

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